Un cóctel insípido de críticas a Stendhal y absurdismo sexista. Totalmente caducado.
No se enamora uno de la cara de alguien si no de la idea de belleza personal que se extrae de lo que uno piensa que los atributos físicos xuentan (Amor es la busqueda de la belleza (greek term; vida optima) - Plato)
“Amar es gravitar hacia lo amado”
Es falso que lo común sea enamorarse de un físico. El atractivo en crudo, o el término occidental de belleza, solo atrae atención. Es la belleza en el sentido griego de la palabra (idea de vida óptima) la que a parte de hacerse notar, tiende a generar ideas que pueden luego condensarse en enamoramiento. Se enamora uno, pues, de lo que se cree que los atributos físicos cuentan; de la idea de unión y vida que generan en quien mira.
Se siente el apetito antes de conocer al objeto o situación que lo satisface. El objeto del pensamiento en este caso es la necesidad o querencia, que pide ser satisfecha. Consecuencia de esto es que el apetito pueda ser resuelto con distintas realidades.
El deseo, en cambio, es el apetito por una realidad conocida. El objeto del pensamiento es ahora la entidad deseada, y no tanto la necesidad de esta.
Esta diferencia explica las distintas actitudes que se toman ante ambas situaciones. Cuando hay apetencia se pretende que la solución aparezca, venga a nosotros, ya que el pensamiento recae en la misma acción de satisfacer, de terminar con la necesidad. Cuando hay deseo, lo que se quiere es ir hacia el objeto de deseo; se gravita hacia lo deseado, que es lo que ocupa el pensamiento.
Es lógico concluir, pues, que definir el objeto de deseo que corresponde a una apetencia facilitará tomar una actitud activa hacia su resolución.
Uno tiende a saber, en el fondo, de quien se enamora. Simplemente ignora, o decide a sabiendas ignorar, las complicaciones que puedan provocar los rasgos de los que X la atracción (situación de poder, valentía, desparpajo, poca consideración protocolaria, etc).