El escenario (un anciano encaprichado de una virgen por su noventa cumpleaños) y el contexto accesible (una vida perdida, sin amores ni intención) desenfocan los temas que se me hicieron centrales:
El amor mejor como ideario que como relación.
La vejez como situación, no limitación.
De prosa más intencional y limpia. Más parecido a El coronel no tiene quien le escriba que a Crónica de una muerte anunciada. El estilo luce mejor, pero las pinceladas de fantasía (acabado del realismo mágico) pesan menos.
El amor imaginario, imposible en el que se pierde uno antes de dormir es un concepto apenas en relación con el amor real, el que se sobrelleva despierto ante los focos de la realidad, el deber o el saber estar.
“Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es”.